Falkrum

Nacido como la última horneada de chavales de los años 80 nunca consegui tener consola propia cuando era un crío (tenia que mendigarla en contadas ocasiones a amigos y primos). No sería hasta los 12 años cuando obtuve mi primera consola portátil  una Game Boy Color con un Pokémon Azul. Debido a ello tengo una gran espina clavada con todos aquellos videojuegos que me perdí de pequeño. Mi objetivo, a más o menos largo plazo, es probar la mayoría de ellos, aunque a destiempo. Quizás peque de anacronismo, pero espero poder valorarlos como lo hubiera hecho en su época. 

No le hago ascos a ningún genero, aunque las aventuras gráficas se me atragantan especialmente. Por todo lo demás cualquier videojuego que no haya sido hecho por babuinos puede ser bien recibido, y no me importa si es profesional o amateur: la firma no hace mejor a una obra, aunque algunos parezcan opinar todo lo contrario esgrimiendo argumentos ad hominem para justificar la calidad de tal o cual juego. Las afamadas compañías no siempre estuvo hecha de oro, y nada garantiza que sigan estándolo. Para muestra, el zombi de Sonic.

Mi costumbre es la de exprimir los títulos todo lo posible. No puedo afirmar que haya completado un juego hasta que no haya obtenido todo lo obtenible (o en su defecto la inmensa mayoría). Esta práctica, un poco autista, es algo que no puedo evitar llevar a cabo, lo que en ocasiones me complica enormemente la existencia.

La experiencia me ha enseñado a tener una especial repulsión por los juegos cooperativos multijugador masivos, pero esto es otro cantar, dado que soy semiadicto a World of Warcraft. Aunque lo odio mucho.